Para su elaboración, la planta silvestre del Sotol (Dasylirion) o Sereque, como la bautizaron los antiguos Raramuris, es molinada manualmente con un hacha, mientras un horno cónico de tierra ademado con piedra de río espera para su cocción antes de ser llevada a su terminación en alambique de cobre, de donde finalmente se obtiene un sotol cristalino y luminoso, con aromas cítricos, gran permanencia en el paladar y un sabor ligeramente ahumado con un toque a tierra y leña.
Su sabor es equilibrado, suave y fresco percibiendo aromas herbales y térreos con un dulzor sutil y fino que nos recuerda notas frutales como el mango y la guayaba, rematando al final con un toque ahumado y amaderado por la forma en que se cocina.